Tengo ganas de morderte

 




Tengo ganas de morderte


Tengo ganas de morderte
las moscas de tus mejillas, los lunares,
las sombras, como la Venus carnívora.
Las ganas de atraparte, como lo hace Nepenthes,
sin darte una salida, un escape, una huida.
Como la Pinguicula del mucílago
que atrapan con la emanación pegajosa
y se brotan las flores;
moradas, blancas, amarillas…
Tengo ganas de morderte, tragarte,
atraparte como lirio de cobras,
como rocío del sol y sus tentáculos
que se mueven viscosos
en la catapulta del amor,
el artefacto que muerde, y morderte
las ganas de morderte tengo, en un vivero,
cálido, tan tibio de humedad.

©José Ángel Pineda ©Creatividad poética

Oda al compadre



Oda al compadre

En las noches del elixir y estrellas,
donde el aire vibraba con secretos,
allí surgía el compadre,
un ser de voz profunda y cuerdas ardientes.

Sus dedos danzaban sobre la guitarra,
como hojas al viento,
y su garganta resonaba en los techos,
haciendo temblar las paredes de las casas.

Era un hombre orquesta, un guardián de líneas,
que tejía mensajes telegráficos entre almas distantes,
un puente invisible de emociones,
que conectaba corazones en la oscuridad.

Era una prolífera fuente de canciones,
lanzaba sus notas como obuses de sentimientos,
y las mujeres se disputaban el derecho de la dedicatoria,
mientras el compadre reía y desafiaba al mundo.

Las serenatas eran su dominio,
donde las cuerdas vibraban con pasión,
y los corazones se abrían como flores nocturnas,
al son de su voz, al ritmo de su guitarra.


Pero un día, la guitarra descansó,
y la serenata se sumió en el silencio,
pero el compadre sigue vivo en la memoria,
como un eco nostálgico que resuena en las noches.


Así, en esta lírica, le rendimos homenaje,
al hombre que fue más que un músico,
al compadre, dueño de todas las canciones,
que sigue vivo en las notas suspendidas en el aire.


¡Salud al compadre, al alma nocturna,
que sigue cantando en algún rincón del universo!

En las noches de amantes



























En las noches de amantes

Las estrellas brillantes iluminan auroras,
las evocaciones se guardaban silentes,
en la memoria de la piel
de los cuerpos, del alma,
con una impresionante serenidad.

En las noches de amantes
Emerge de las sombras
como una música atávica,
la mirada…
el profundo abismo obscuro,
el ojo que fija corazones,
la caricia…

La convección, el fuego y su fluidez,
los mares y sus olas,
la delicia…

En las noches de amantes
La sinuosa montaña palpitante,
transmitiendo percusiones
excitantes…
¡sacúdanse los vientos en las estepas,
sin espera, que la fuente arde…!
En las noches de amantes
La presencia anónima, sin entrada, sin salida,
como acariciando los círculos interminables,
al son de los tímpanos.
En las noches de amantes
Las membranas resuenan
en la ósmosis de los dedos que inquietan,
y sabios..., entreabren las ventanas y las puertas,
las hendijas de los sueños,
el hábitat profundo de los seres.
En las noches de amantes
La cueva del hechizo de pasiones sin límites
rítmicos…
Las emociones danzan sobre huellas
misteriosas y mágicas.
Los suspiros…
lo inconcluso…
siempre queda pendiendo
en el dintel de la calma.

©José Ángel Pineda  ©Creatividad poética

Yo me sueño en tus manos

Yo me sueño en tus manos

Yo me sueño en tus manos
y en tu boca,
en el cuerpo que dirige el pensamiento
en el pulsar de una guitarra
loca que suavemente toca
tus ojos hacia dentro
del cósmico placer de tus entrañas
en lo piano, en la dulce sensación
que conduces hacia el infinito,
el apenas pellizco
el pizzicato, el violín y los dedos en el aire
que vuela hacia el amor en la breve batuta
que sostiene lo inmenso de la inmensa
inmensidad de la orgiástica virtud
y la hermosa ternura de mi sueño
en tus manos.



©José Ángel Pineda ©Creatividad poética